7 octubre 2016 / por Orliana
Rafael Echeverría, Ph.D.
Newfield Consulting
Instituto de Ontología del Lenguaje
Presidente de la FICOP
Septiembre, 2016
Uno de los objetivos que me propuse hace ya más 20 años, fue el de convertir el coaching ontológico, desde una práctica informal que era en sus inicios, en una disciplina. Ello implicaba garantizar que éste cumpliera con cinco importantes atributos. Estos son:
1. Sustentar el coaching ontológico en una sólida base conceptual. Se trata de inspirarnos en los desarrollos filosóficos más destacados de los últimos 150 años, en los aportes más sobresalientes en las humanidades y en los más recientes avances científicos, como lo son aquellos registrados muy particularmente en las ciencias biológicas y en el enfoque sistémico. Este sustento teórico está articulado en el discurso de la ontología del lenguaje.
2. Conferirle un claro y sólido soporte ético que en sus inicios tampoco tuvo y especificar con claridad los principios y valores que la disciplina naciente debía respetar. Mi libro Ética y coaching ontológico busca precisamente contribuir a ello.
3. Garantizar la capacidad de producir resultados robustos, eficaces y consistentes, a partir de metodologías tanto de interpretación como de intervención, que los aseguraran y a través de procesos estrictos de evaluación, de manera de garantizar su permanente mejoramiento.
4. Desarrollar una pedagogía coherente con los tres puntos anteriores, a través de la cual se capaciten profesionales de formación sólida, sujetos a preceptos éticos claros y exigentes, y con capacidad de dar respuesta a los problemas que presentan quienes acuden a los coaches ontológicos. No es lo mismo ser efectivos en la práctica del coaching ontológico que serlo en la práctica pedagógica que lo enseña. Se trata de dos dominios diferentes.
5. Por último, conferirle a esta nueva disciplina un sustento institucional a través del cual ella pudiera expresar su voz en las comunidades en las los coaches ontológicos se desenvuelven, garantizar el adecuado ejercicio de esta nueva profesión y promover su crecimiento en el futuro. Ello implicaba crear escuelas de coaching ontológico, asociaciones nacionales y una federación de carácter internacional que reunieran a todos los practicantes de esta disciplina. Para tal efecto, resultaba indispensable demostrar que éramos capaces de unirnos y de coordinar acciones en favor de los intereses compartidos en nuestra profesión.
En la medida que cumpliéramos con estas cinco exigencias, estábamos convencidos de que el coaching ontológico transitaría de lo que fuera en sus inicios hasta convertirse propiamente en una disciplina rigurosa y responsable.
Al crearse la Federación Internacional de Coaching Ontológico Profesional (FICOP) planteamos la importancia de que ésta se sustentara en tres pilares, asociados precisamente con los tres primeros atributos antes mencionados:
a. el rigor conceptual,
b. la ética y
c. la capacidad de acción eficaz capaz de generar resultados poderosos.
Proclamar la importancia de estos tres pilares no significa que ellos ya hayan sido alcanzados. Se trata más bien de identificarlos como principios reguladores que guíen el ejercicio de la disciplina y que sean simultáneamente objetivos permanentes a profundizar en el futuro. Se trata de compromisos que orientan la manera como nos proyectamos en nuestro desarrollo profesional. Ellos no sólo deben describir lo que hacemos, de la misma forma nos obligan a procesos permanentes de profundización y afianzamiento.
En esta oportunidad, me interesa hacerme cargo del compromiso relacionado con el rigor conceptual. Quiero invitar a todos quienes sientan que puedan hacer un aporte en este terreno, a contribuir en él. De la misma manera, deseo estar entre los primeros en dar un paso en este sentido. Mi propia contribución, no será sino una entre muchas otras.
Me parece importante que la FICOP se convierta en un campo de exposición, discusión y generación de ideas, dando cabida a muchas iniciativas en esta dirección. Que se transforme en un espacio animado, que invite a la interlocución intelectual. Que el hecho de pertenecer a la FICOP lo vivamos todos como algo estimulante y enriquecedor, capaz de agregar permanentemente valor a lo que hacemos.
Como acabo de señalarlo, no sólo invito a todos a que constituyamos este espacio, quiero ser partícipe de él. Para tal efecto, he decidido producir un nuevo libro que llevará como título “Columnas ontológicas” y que estará formado por un conjunto de textos que iré progresivamente colocando en la página web de la FICOP. En estas columnas, abordaré temas conceptuales de muy diverso carácter, de manera de enriquecer nuestra formación teórica. No pretendo sentar ortodoxia. Por el contrario, espero que, quien no esté de acuerdo con lo que sostengo, se anime a desarrollar sus propios puntos de vista. Un debate libre y de alturas nos fortalecerá a todos y me parece importante promoverlo.
Nuestra disciplina, el coaching ontológico, se encuentra todavía en sus primeras fases de desarrollo. Es nuestra responsabilidad que ella crezca y se haga cada vez más fuerte. No podemos siquiera anticipar en lo que el coaching ontológico se convertirá en el futuro. Si tenemos clara una cosa. Será lo que nosotros mismos seamos capaces de hacer de él. El coaching ontológico será la expresión de nuestros aciertos, pero también de nuestros errores u omisiones; de nuestras fortalezas, pero también de nuestras debilidades.
Si uno mira lo que ha pasado con el coaching ontológico en el mundo tan sólo durante estas tres últimas décadas, resulta sorprendente constatar cómo éste se ha extendido, como se ha desarrollado, cómo es requerido por miles de personas que lo necesitan, cómo convoca todos los años a miles de personas a formarse en esta nueva disciplina. Hemos sido inmensamente exitosos.
Pero, además de nuestros éxitos, ya se han comenzado a levantar voces que miran a nuestra profesión desde el desconcierto, la sospecha, o desde los intereses que estamos afectando. Practicantes de otras disciplinas nos perciben como una amenaza, pues consideran que estamos invadiendo territorios que previamente consideraban suyos. Esto es inevitable y es la expresión del creciente interés que despertamos y del éxito alcanzado.
No sería extraño, por lo tanto, que, en un futuro no muy lejano, el coaching ontológico pudiera ser emplazado desde muy distintos rincones. Es importante estar preparados de manera de responder sólida y contundentemente a posibles críticas y suspicacias. Para ello es necesario que vayamos progresivamente alineando criterios y profundizando en nuestras raíces conceptuales. Nada sirve mejor a este propósito que el promover discusiones libres y abiertas sobre las implicancias teóricas de nuestra profesión. A partir de ello nace mi invitación a encarar todos juntos este desafío por venir. Quiero estar entre los primeros en contribuir a él.
Este artículo fue preparado para la biblioteca virtual de la FICOP