14 junio 2019 / por Orliana
Las reflexiones de Alicia Pizarro vienen de un espacio de profunda humildad, pues ella no vive en Venezuela hace más de 20 años, aunque parte importante de su familia es de allá, y ahí también vivió gran parte de su vida.
“El venezolano era conocido internacionalmente por su forma directa de mirar. Antes había unos ojos que se comunicaban y una sonrisa que salía muy espontáneamente y muy rápido. Había una alegría muy presente”, señala, pero todo eso cambió.
Con la crisis que se vive hoy en día, las personas perdieron la confianza y la inocencia, y atraviesan lo que ella define como una situación de ‘trauma’.
“Cuando hablamos de trauma, hablamos de varias consecuencias. Una de ellas es la pérdida de la capacidad de imaginar”, dice. Según la socia fundadora de Newfield Consulting, se trata de una capacidad fundamental para darle sentido a la vida, construir futuro y soltar el tedio de la cotidianidad.
Otra pérdida importante que genera este trauma es la sensibilidad. “Dejamos de sentir, como una especie de anestesia donde las cosas pasan y no te tocan; rebotan. Las personas que están viviendo un trauma sueltan la posibilidad de diseñar condiciones distintas… Las consecuencias del trauma es un pueblo resentido, con deudas, donde siempre hay alguien a quien hay que cobrarle algo”.
En ese contexto, ante un escenario de turbulencia, Alicia es muy enfática al señalar que la misión de los coaches es poner atención en lo que no hay. En el déficit del ser.
“Nuestro trabajo en el coaching ontológico es construir lo que no existe, lo que le permite a esa persona devenir en ese ser que todavía no es, para poder resolver su vida de manera distinta. Para construir eso, debemos devenir en un coach que tampoco existe. Eso es lo más creativo de nuestro trabajo”, explica.
Por lo mismo, quiso entregar cuatro claves que vienen desde los cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego, con el fin de ayudar a desempeñar el coaching en situaciones de conflicto.
“Escucha y conexión emocional. Para mí la primera acción es la preservación de los vínculos. Pareciera que un río nos separó en dos bandos distintos, pero en esa distancia es importante mantener los vínculos. Aceptar que las salidas serán distintas a cómo me las imaginé. Tendremos que soltar cosas para que otras puedan ocurrir. Escuchar con apertura a comprender al otro y cultivar las emociones que nos hacen falta”.
“La mirada del águila. Mantener una altura de mirada, de pensamiento y de emoción. Elevar la mirada para poder darme cuenta de las fuerzas globales que están interviniendo en la situación conflictiva. Buscar la trascendencia para ir más allá de uno mismo, pensando en los que vienen atrás. Aceptar la complejidad. Todas esas son propiedades del aire, que sirven para crear sentido”.
“Significa operar desde el centro, consumir y producir afirmaciones, no quedarnos solamente en el territorio de los juicios. Operar desde lo concreto, no dejarnos llevar por lo primero que se nos ocurra. Mantener la calma y moderar la paciencia, como la capacidad de esperar un resultado sin desesperación”.
“Para mí lo primero es recuperar el poder transformador. Con mi palabra construyo realidades. ¿Cuáles son las narrativas estériles? Hay que identificarlas y eliminarlas para quedarnos con aquellas que son fértiles y útiles. El fuego tiene liderazgo. Cada uno ejerce un rol de líder en un determinado espacio. Además está la dignidad, el valor que tiene cada uno”.
Finalmente, Alicia Pizarro quiso hacer un llamado a transformar la situación adversa. “Negar que estamos en un callejón sin salida es una forma de quedarnos en ese callejón. En este momento estamos ahí, pero los coaches ontológicos podemos hacer algo: Aportar una mirada distinta, la palabra que hace la diferencia”, concluyó.